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Primates

Los primates (del latín, primas 'primero') [2]​ son un orden de mamíferos placentarios al que pertenecen los humanos y sus parientes más cercanos.[3]​ Los miembros de este grupo surgieron hace entre cincuenta y cinco y ochenta y cinco millones de años (al final del Cretácico) a partir de pequeños mamíferos terrestres. Se adaptaron a la vida arborícola en las selvas tropicales; de hecho, muchas de las características de los primates constituyen adaptaciones a la vida en ese entorno: un cerebro de gran tamaño, agudeza visual, visión de colores, una cintura escapular modificada y manos que se usan con habilidad.[4]​ La gama de tamaños de los primates abarca desde los aproximadamente treinta gramos de los lémures ratón (género Microcebus) [5]​ hasta los 200 kg del gorila oriental (Gorilla beringei).[6]​ Continuamente aparecen nuevas especies de primates: en la primera década de este milenio se describieron más de veinticinco, y otros once desde 2010.[cita requerida] Algunos de los que se descubren están ya amenazados, como ocurrió con Pongo tapanuliensis, una tercera especie de orangután.[7]​

El orden de los primates se divide en dos subórdenes: estrepsirrinos (que significa, en griego, nariz torcida), grupo que incluye los lémures y los loris y cuyas especies se distinguen por su rinario húmedo (nariz húmeda, como la de perros y gatos); y por otro lado, haplorrinos (de nariz simple, en griego), suborden en el que están incluidos los tarseros, monos, gibones, grandes simios y humanos, todos de rinario seco.

El infraorden simiiformes, dentro de los haplorrinos, solo deja fuera a los tarseros; las demás especies se reparten entre catarrinos (de nariz con orificios nasales hacia abajo), llamados monos del Viejo Mundo por su distribución geográfica, y los platirrinos (de nariz plana, orificios nasales hacia los lados), llamados monos del Nuevo Mundo. Esta división tuvo lugar hace unos sesenta millones de años. Hace cuarenta millones de años, hubo monos de África que emigraron a Sudamérica, probablemente en balsas formadas por árboles caídos y otros materiales arrastrados al mar, y allí dieron lugar a los monos del Nuevo Mundo.[8]​ Por último, hace veinticinco millones de años, los simios del Viejo Mundo restantes (catarrinos) se escindieron en grandes simios, por una parte, y monos del Viejo Mundo, por otra. Son conocidos por sus nombres comunes los babuinos, macacos y gibones, del Viejo Mundo, así como los gorilas, chimpancés y orangutanes; también los capuchinos, monos aulladores y monos ardilla del Nuevo Mundo.

Comparados con otros mamíferos, los primates tienen un cerebro grande (en relación con el tamaño de su cuerpo), y una mayor agudeza visual, a expensas de haber perdido olfato, el sistema sensorial dominante para la mayoría de los mamíferos.[9]​ Estas dos características son más acusadas en los monos que en los loris y lémures. Algunos primates (los humanos, entre ellos) son tricromáticos, es decir, poseen tres canales independientes para la recepción de información sobre colores. Todos tienen cola, a excepción de los hominoideos. La mayoría tienen un pulgar oponible.

El dimorfismo sexual es frecuente; hay diferencias en cuanto a masa muscular, distribución de la grasa, ancho de la pelvis, tamaño de los dientes caninos, distribución y coloración del pelo.[10]​ Entre los factores a los que se puede atribuir el dimorfismo y que se ven a su vez afectados por él está el sistema de apareamiento, el tamaño, el hábitat y la dieta.[11]​

Los primates se desarrollan más lentamente que otros mamíferos de tamaño comparable, alcanzan la madurez más tarde y tienen una expectativa de vida superior.[12]​ Según la especie, viven en soledad, en pareja, en grupos de composición variada, y de hasta cientos de individuos, con sistemas sociales diversos. Algunos, como los gorilas, los humanos y los babuinos, son fundamentalmente terrestres y no arbóreos, pero todas las especies han desarrollado características anatómicas que facilitan trepar por los árboles. Tienen diversas técnicas de locomoción arbórea, como saltar de un árbol a otro o balancearse colgados de las ramas (movimiento llamado braquiación). La locomoción terrestre se practica comúnmente caminando en cuadrupedia, pero con variantes; los gorilas y chimpancés, por ejemplo, se apoyan en los nudillos; los orangutanes, en la parte externa de las manos. El bipedismo solo se observa en los grandes simios, que además adoptan esta posición de forma muy esporádica.

El contacto físico entre primates humanos y no humanos puede facilitar la transmisión de zoonosis, en particular de enfermedades víricas, como el herpes, sarampión, ébola, rabia y hepatitis.[13]​ Es justamente el hecho de que haya enfermedades comunes, sumado a su similitud, psicológica y fisiológica, con el ser humano, el que ha conducido a que miles de primates no humanos se usen en todo el mundo para fines de investigación. La captura para experimentos médicos o como mascotas supone un peligro para estas especies, pero la amenaza más grave es la deforestación y la fragmentación de los bosques. También se los caza por su carne (bushmeat), y a menudo son abatidos cuando entran en cultivos para procurarse el alimento que no encuentran en los espacios reducidos que se ven obligados a ocupar. El resultado es que en torno al 60% de las especies están en peligro de extinción.

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